¿Qué nos ocurre cuando nos vemos?
1.
La movilidad como forma de expresión identitaria adquiere relevancia en mi historia de manera reciente. No fue hasta hace unos 18 meses que tomé conciencia de la economía de los movimientos que empleamos para desplegar nuestras actividades diarias. Se trata de una colección muy acotada de gestos estereotipados que nos permiten enfocar toda nuestra atención en el “qué” y raras veces en el “cómo”. Creo que hay una riqueza escondida, apaciguada en el universo gestual del ser humano, capaz de habilitar sujetos más sensibles y crear ecologías abiertas para la proyección de subjetividades diversas. Más allá de este punto, quiero establecer una analogía entre el abanico acotado de movimientos corporales y gestuales de la vida cotidiana, con las posibilidades igualmente restringidas que se observan cuando pensamos la movilidad en una gran ciudad: patrones rígidos de flujos, saturación, repetición, inercia de lo real. Es difícil visualizar cómo el bienestar puede formar parte de un escenario tal, incluso cuando vemos surgir y resurgir todo tipo de expresiones culturales espontáneas en la piel de la urbe.
En mi experiencia de apertura hacia nuevas configuraciones corporales (que resignificaron el modo en que vivo la movilidad), intervinieron ideas, actores y posibilidades que, entiendo, no pueden ser materialmente universalizadas ni tampoco aplicadas como una doctrina del “buen movimiento”. Es por eso que me interesa poner el foco en una estrategia que pueda observar las características globales del entorno, los patrones emergentes. Volviendo a la idea de la urbe como un cuerpo rígido, bloqueado, veo una suerte de reacción intuitiva, de varios actores (civiles, gubernamentales, etc.) protagonizada por un número creciente de personas que eligen moverse en bicicleta. Pienso que son como anti-cuerpos (en su acepción médica), como un enjambre que se auto-procura un medio de movilidad que devuelve control, autonomía y capacidad de decisión. Que devuelve salud allí donde fue sustraída gracias a un paradigma que prometió movilidad total, a cambio de no mover el cuerpo.
Quiero acompañar esta toma de conciencia, aportar desde mi disciplina, explorar las nuevas fronteras que suscita. Desnaturalizar la idea de que la movilidad es algo dado. Está dada, sí, por las decisiones que tomamos día a día como cuerpo colectivo.
2.
Geografías emocionales, resultantes de un tipo particular de movimiento a través de nuestro objeto-espacio: la ciudad.
El movimiento está impulsado por motivos diversos a los de producción, consumo o recreación. Consideramos que, de manera generalizada, estos motivos parecen estar asociados a inercias más que a impulsos.
Los motivos que invitan al movimiento en los recorridos que proponemos está, en este preciso momento, sujeto a múltiples discusiones, especulaciones teóricas, intereses diversos y a veces contrapuestos. Un modo de organizar la discusión es probar las ideas en el espacio público, someter a un análisis fenomenológico que se apoya en la experiencia misma. Este ejercicio nos fue útil para distinguir algunas tipologías de las pedaleadas y entender el valor de una falla mecánica o un semáforo en rojo como facilitador de encuentros ("andábamos sin buscarnos, pero andábamos para encontrarnos").