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Refutación de Notas a la deriva de una deriva que todavía no fue

Los refutadores y los detractores son los anticuerpos del ego en otro cuero. A algunos los conozco y los saludo, pero están también los que hacen su trabajo a mis espaldas, a ellos hoy, les dedico estas líneas.
En Notas a la deriva de una deriva que todavía no fue digo: “Crecí en Pueblo Diamante y en bicicleta. Pienso en otro cuento que hablaba de otro barrio de monoblocks y…” la expresión "otro cuento" es oro en polvo para refutadores, psicólogos y sintácticos, el otro cuento convierte lo que anterior, "Crecí en pueblo Diamante y en Bicicleta" en una deliberada mentira, a lo sumo en una ficción. Este lapus reaviva viejas discusiones sobre origen, identidad y poesía.
Algunos dicen que soy apenas de ese glorioso barrio, que por escasos metros entro en el límite, el canal Daniel Julián, que separa Pueblo Diamante del resto del universo, pero si la geografía me une apenas a Pueblo Diamante queda la historia.
La fábrica más recordada y conocida de Pueblo Diamante se llama La Colina y está en una bajada de una calle de tierra, la calle Callao, que no tiene nada que ver con la calle Callao de Buenos Aires. Mi abuela trabajó varias temporadas en La colina
Pueblo Diamante es un lugar poético en sí mismo, no es como el Flores de Dolina que necesita y es necesitado por un poeta para ser un territorio poético. Pueblo Diamante no me necesita poetas para ser poético.
Mi pasaporte de Pueblo Diamante es cierta tarde o cierta siesta, al filo de mi juventud, con un ramo de flores compradas en el cementerio, atravesando la plaza principal de del barrio, algunos dicen Eva perón, otros Independencia, buscando la dirección de otra casi niña como yo, ante la mirada burlona de los pibes que ya sabían que no la encontraría y que de encontrarla me rechazaría a mi y a las flores, que eso me daría un sobrenombre que pudiera anotar en el pasaporte de pueblo diamante
Ser habitante del barrio del Globo (el de San Rafael, no el de Parque Patricios) es ser habitante de la poesía, de la decepción, de lo incierto, comprender que uno no está de turista en el mundo, que está para jugársela o morir en el intento.